Lo bueno de despertarse en la casa de otra persona, no es solamente comer de un desayuno que no hice yo. Abro los ojos en un lugar que no huele a nosotros, un lugar que no es mi espacio, en una cama que suena diferente y la mudan sábanas medio conocidas, bebiéndome el café de alguien, sin mi tele ni mis usuales programas de sábado por la mañana, sin mi computadora, sin mi música y sin mis ropas kul . Cosas que según garantizaban sus fabricantes hablarían un poco de mi, un día como hoy, que despierto en otro lugar, sin ningún objeto que me defina como persona, despierto siendo solo yo. Notar esta ausencia, me permite disfrutar el instante de sentirme pequeño y perdido frente los cafetales y las montañas que veo desde la banca de este corredor. Soy solo yo, sin nada, todo lo que necesito para vencer al mundo ya lo tengo. No puedo evitar recordar que los humanos nacemos desnudos y probablemente con todo lo necesario para vivir bien, lo que adquirimos seguidamente son agregados temporales ...